El mayor desafío al que se enfrentaban las primeras plantas era sobrevivir al desecamiento. Un peligro al que no estaban expuestas en el mar. Tuvieron que desarrollar estrategias que les permitían deshidratarse y rehidratarse cíclicamente y no morir en el proceso. Porque la vida, ante todo, quiere perpetuarse, quiere seguir siendo, seguir sobreviviendo.
La mejores pistas sobre cómo consiguieron las plantas desarrollar esta estrategia las podemos encontrar en las briofitas actuales, grupo que incluye a los musgos y hepáticas.
Los musgos tienen una notable tolerancia a sobrevivir a la sequía. Algunos musgos pueden terminar tan secos que se deshacen entre los dedos que aquel que los agarra, pero si se humedecen vuelven a la vida en minutos.
Fósil de Cooksonia pertoni, la primera planta terrestre conocida que vivió
hace 425 millones de años. Esta pequeña planta no tenía ni raíces ni
hojas.
En síntesis las plantas pudieron protegerse contra la deshidratación a través de tejidos protectores, modificando y aumentando la vacuola en sus células y creando una membrana impermeable en su superficie para evitar la evaporación del agua de las hojas.
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